Parábola (en griego, comparación). Traducción en la LXX del
término hebreo mashal, que comprende desde los dichos cortos, sentenciosos y enigmáticos, llamados ®
Proverbios o máximas (1 S 10.12; 24.13; Mc 7.14–17; Lc 4.23) hasta la
® Alegoría elaborada (Jue 9.7–15; Mt 13.3–9; Jn 15.1–9), el
símil (Mt 23.27; Mc 4.30–32) y el cuento corto o largo (2 S 12.1–4; 14.6; 1 R 20.39; Is 5.1–6; Mt 13.33;
21.33–41). En muchos de los dichos de Jesús es obvio que se asoma una parábola (por ejemplo, Mt 11.27). La parábola,
pues, es un símil elaborado donde el relato, aunque ficticio, es verosímil, en contraste con la fábula.
Su Uso
La
parábola es un método llamativo de enseñanza indirecta que provoca el pensamiento; es de fácil asimilación y las aplicaciones
que el oyente hace resultan inolvidables. La discusión entre Jesús y los discípulos en Mt 13.10ss revela el propósito del
método. El fin de Jesús no es esconder sino revelar (Mc 4.33s), pero los misterios solo pueden percibirse cuando la mente
está abierta hacia Dios (Mt 11.25s). David comprendió su falta cuando Natán le contó un mashal (2
S 12.1–13). Siempre en la parábola hay un elemento sorpresivo y novedoso que llama a la reflexión e inspira la decisión.
Muchas parábolas se proponen entablar la discusión.
Su Interpretación
Cada parábola contiene un mensaje central, que se toma de la vida cotidiana y se replantea de tal manera que nos permite
entender una experiencia humana básica más allá de la comprensión intelectual. Por ejemplo, ¡cuánta alegría nos causa encontrar
algo valioso que se nos ha perdido! Volver a ver a una persona amada después de una ausencia nos mueve a celebrar, en especial
si esa persona estuvo durante tal ausencia en peligro de muerte o enferma. Esto es lo que pasa cuando Lucas 15.1ss nos cuenta
tres parábolas en donde, en un orden que va cambiando la cantidad en cualidad, pasa de la perdida de una oveja (1 de 100),
a la de una moneda (1 de 10), y al fin, a la de un hijo (1 de 2).
Esta experiencia de encontrar lo perdido cobra valor teológico en Lucas 15. Según la narración de Lucas, Dios es como
un padre que celebra la vida de sus hijos, pero que sufre y se angustia cuando estos se alejan para andar quizás en malos
pasos. Cuando el hijo regresa, el padre se alegra, como se alegra Dios por cada pecador que regresa a su familia.
Si vamos a ver, Lucas no tiene que explicarnos lo que se siente cuando perdemos algo que consideramos importante. Eso
lo sabemos, tenemos la experiencia acumulada de años de pérdidas y encuentros. Tampoco nos tiene que explicar cuánta alegría
nos da encontrar lo que perdimos, pues lo hemos vivido muchas veces. Lo que Lucas nos dice, y que probablemente no sabíamos
o nunca lo hubiésemos pensado así, es que los mismos sentimientos cruzan el corazón de Dios.
No debemos caer en la trampa
de alegorizar (® Alegoría) las parábolas, es decir, tratar de encontrar un mensaje
oculto detrás de cada palabra del relato. Al estudiarlas, debemos buscar el punto central y comprender a partir de allí la
totalidad del relato.
Su Mensaje
Como parte integral de la proclamación de Jesús, las parábolas enfocan en general el ® Reino
de Dios, con cierto énfasis en el aspecto escatológico (Mc 1.15). Hay por lo menos tres aspectos en el desarrollo de
este tema:
1. La inminencia del Reino provoca una crisis en la vida del pueblo de Dios:
el destino eterno de los hombres va a decidirse y Jesús, conocedor de lo ineludible del inminente juicio, previene sobre el
momento crucial que vive su nación (Lc 12.16–20; 12.57–59; 14.16–24; 16.1–8; 16.19–31, etc.).
2. Sin minimizar la suerte de los que rehúsan ser participantes del Reino, Jesús
subraya el gozo escatológico que la venida del Reino trae para los tristes y oprimidos (por ejemplo Lc 15.1–32). Claramente
explica que la misericordia de Dios en favor de los hombres no descansa en las buenas acciones de estos (Lc 17.7–10),
sino en la gracia (Mt 20.1–16).
3. La inminencia del Reino demanda que los hombres se arrepientan para entrar
en él (Lc 15.17ss; 18.9–14) y manifiesten fe (Mt 7.9–11), amor y obediencia (Mt 21.28–30; Lc 19.12–27).
La sinceridad de estas actitudes se expresa en actos concretos (Mt 7.15–20) que muestran una devoción indivisible (Mt
6.24) y una debida disposición con el prójimo (Mt 5.38–42; 18.23–35; Lc 10.30–37).
Las parábolas de Jesús no solo
muestran su extraordinaria creatividad en la enseñanza, sino que constituyen un permanente desafío a los deberes éticos y
cristianos para los hombres de todos los tiempos